sábado, 20 de agosto de 2011

Iridiscent


Sentado, en ese lugar frío. Todo se desvanece, como si no hubiera ayer ni mañana. Nada tiene sentido, todo lo que mis ojos pueden ver es oscuridad. No sabes que dirección tomar, no sabes que rumbo escoger.
Miras a tu alrededor, no hay nadie. Solo, te encuentras solo en ese mar de oscuridad que nunca tiene un fin. Intentas encontrar la esperanza, pero el fracaso es todo lo que has conocido. De repente, una ráfaga de luz que cegó a todos los ángeles, apareció delante de mis ojos. Esa luz que penetraba en mis ojos y llegaba hasta mi corazón. Sentí una caída hacia el vacío, no había nadie allí para agarrarme en sus brazos. Solo lloras por dentro. Solo escuchas el eco de aquel lugar, vacío y sin vida ninguna.
Todo se acelera, no puedes evitarlo. Intentas averiguar porque sientes ese vacío dentro de ti. Solo miras al cielo, miras a las estrellas. Intentando poder encontrar una razón. Nadie te contesta, solo se escucha el silencio. Y esa brisa que roza tu cara, susurrándote que recuerdes que esa tristeza y ese dolor que sientes, debes dejarlo ir. Debes dejar que se ahogue en el tiempo, debes hundirlas en ese lugar que todo el mundo tiene en su corazón. Ese espacio que se deja para esconder el dolor de un corazón que lo ha dado todo.
Todo se vuelve blanco, otra vez esa luz me ciega. Me siento fuerte, como si nada me pudiera parar. Esa fuerza viene de mi corazón, que no para de latir sin temor a que se pare. El destino ha querido que mi corazón se pare, para poder así arrancar con más ritmo que nunca. Ahora siento que nadie ni nada me puede parar.
Porque la vida me ha enseñado a levantarme de los malos momentos, y a saber levantarme con fuerza y decisión.


No hay comentarios:

Publicar un comentario