Por que el reloj corre más que yo. Por que el valor de aquel
beso o de esa mirada se difumina con el tiempo. Por que no nos queda nada, tan
solo los días de lluvia y esas mejillas mojadas. Parece que es divertido, y que
después de esto sigue un telón cerrando mi vida. Pero las cosas pintan de otra
manera, son de otro color. Aún me sigue asustando el monstruo que hay debajo de
mi cama, aún me sigue asustando ver el reflejo de la luna en mis ojos. Pero
necesito cambiarlo y dejar de vivir en nubes esponjosas. Debo caer contra el
suelo para saber como duele pero así puedo levantar la mirada y ponerme de pie.
El cielo está a kilómetros, es infinito y a veces muy irreal. Allí en lo más
alto, echo de menos todo lo que he tenido. Mejor volver a la realidad y sentirte
bien con lo que tienes. Y a veces sigo perdido en mi laberinto, como un niño
pequeño en las atracciones.
Las palabras se van y vuelven, el tiempo se apaga y se
ilumina. El olor a primavera vuelve y el frío invierno huye como un loco.
Sentirse intoxicado por sus manos y por el tacto de sus labios. Es eléctrico y
a la vez dulce. Es sensual a la vez que cariñoso. Poder tocar su respiración y
coger cada suspiro de aire y poder hacerlo tuyo. Y así poder bajar a la tierra
y estar seguro de que te espera. Cerrar las ventanas para no dejar de soñar a
su lado.
Eso es lo que te hace apreciar las cosas, y no dejar escapar lo que
tengas. Es mejor quedarse con un “lo intenté” que con un ¿Y si…?