sábado, 8 de octubre de 2011

Tapando estrellas.


El dolor es pasajero. Las heridas son eternas.

Dar el 100% en ese momento, dar tus uñas para agarrar la fantasía.

Adoro esas palabras que hacen daño, las que pueden destruir a una persona. Las miradas bastan y nada mejor que el “sarcasmo”.

Los sueños. Parecidos razonables a los aviones. Inalcanzables y poderosos.

Y todo esto pasa cuando llega el invierno. El frío que me cala los huesos. Fantasmas del pasado. Las calles se pintan de blanco, y de ese ambiente gris y oscuro.

Labios teñidos. Gritos afónicos. Enfados congelados. Engaños meditados y falsedad por todos lados.

Todo pasa por algo. Pero no hacemos nada para impedirlo, permitimos que nos arrollen los problemas y a veces no superan.






 ¡ZAS! Sin darte cuenta el duro invierno llegó. El aliento sin alma sale de mi boca. Asomado a mi balcón, sintiendo el frío del suelo en mis pies. Las nubes blancas como la sonrisa de esa chica. El sol me abofetea la cara. El calor me calienta la garganta.

Miro hacia abajo, el suelo congelado y los árboles vestidos con largos mantos de nieve.

Es hora de salir. Saco mi vieja bufanda gris del armario, mis viejos guantes rojos y mi sudadera de “Universita”.

Me visto. Siento la seda de la ropa en la piel, y ese tacto tan especial de la bufanda en mi garganta.

Salgo de mi casa. En el ascensor, últimos retoques en el espejo…. El flequillo por aquí, ajustarte la bufanda y listo.

Abro la puerta del portal. El frío se inyecta en mi cara, siento la adrenalina en mi cabeza. No me queda otra que caminar para que el ambiente no se congele.

El camino se hace largo. La calle no tiene alma. No existe vida alguna. Demasiado silencio…





Desearía volver a un lugar más sencillo.

Dame una oportunidad, dame un momento. Perdido en el dolor. Atrapado en el pasado.

Viajando en mi propio tren. Parece que este es el fin.




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